Lo conocí en una confitería… Él se volvió y me sonrió, y yo me sorprendí
tanto que le devolví la sonrisa. No era una tienda para niños, sino la
clase de establecimiento donde una va a comprar trufas caras de
importación para la mujer del jefe porque se siente culpable después de
haberse dado un revolcón con él durant
e
una conferencia en Milwaukee... hipotéticamente hablando, claro. Han
flirteado conmigo un montón de veces, sobre todo tipos carentes de
sutileza que creían que lo que tenían entre las piernas compensaba lo
que les faltaba entre las orejas. A pesar de todo, a veces me iba a casa
con alguno de ellos, porque me gustaba desear y ser deseada, aunque en
gran parte fuera una mentira. El problema con el deseo radica en que es
como verter agua en un vaso lleno de piedras. Se llena enseguida, y no
queda espacio para nada más. No voy a disculparme por ser quien soy, ni
por lo que he hecho dentro y fuera de la cama. Tengo mi trabajo, mi casa
y mi vida, y durante mucho tiempo no he necesitado nada más... Hasta
que conocí a Dan. Hasta ahora.